Estamos acostumbrados a pensar en nuestro futuro prácticamente desde que nacemos. Quién no ha recibido a los tres o cuatro años la pregunta: ¿“y qué vas a ser de mayor”?
Planeamos y proyectamos siempre pensando en mañana. Hoy estamos preocupados y pendientes de las fechas porque necesitamos programarnos para más adelante, para cuando esto pase, para cuando esté de vacaciones, en pareja, en otro país …
El presente: nuestro único lugar
Por un lado esta visualización, es un mecanismo psicológico saludable que nos brinda una garantía de continuidad para nuestras vidas, pero qué pasaría si nos diéramos permiso para habitar y poner el foco en este presente que nos toca vivir; con su belleza y sus imperfecciones, con sus momentos maravillosos y también con los que causan dolor.
Sólo contamos con el presente; con este aire que se pasea sutil por nuestro cuerpo entrando y saliendo a su ritmo.
Cuando nos disponemos a hacer una PAUSA consiente, abrimos un paréntesis y ponemos exclusiva atención a la experiencia misma de la vida. Esa inspiración profunda con la que en general damos inicio a un momento de calma, nos permite enraizarnos en nuestro cuerpo y así aquietar a la mente parlanchina e inquieta.
Una breve práctica
Haz la prueba, date un minuto para desacelerar y respira con profundidad un par de veces. Eso que está sucediendo ahora mismo es el tiempo y el lugar en el que existes. Quédate allí y registra sensaciones.
Recuerda que en una sola PAUSA caben infinitas posibilidades.
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