Hace unas pocas semanas, hacer una PAUSA para desacelerar el ritmo vertiginoso de nuestra cotidianidad, era un plan, un recurso, una invitación pendiente … Pero de pronto un día China, Wuhan, Covid-19, Pandemia, Alarma, Confinamiento mundial…. Y todo eso que era urgente e impostergable, aquello por lo que pasamos noches de insomnio y preocupación se apagó; la humanidad entera por primera vez se unió en un pulso silencioso e incierto.
Ninguna sociedad, ninguna familia, ninguno de nosotros estaba preparada
o preparado para semejante ataque; se alteraron en cuestión de días las
rutinas y la vida socio afectiva de millones de personas. El Coronavirus no
sólo causó enfermedad y muertes; sorprendió también a los sistemas
sanitarios y a la economía mundial de un modo que sólo podría ser posible
en el argumento de un cuento de ficción.
El llamamiento fue a quedarse en casa; entonces nuestros hogares se
transformaron en higiénicas trincheras, donde solos o junto a nuestras
familias, nos mantenemos a salvo.
La cuarentena motorizó enseguida a las redes sociales y el silencio inicial
de pronto se llenó de barullo. En pocas horas fuimos inundados por un
abanico actividades de todo tipo y para todas las edades; tantos, que casi
no tuvimos tiempo de preguntarnos a nosotros mismos si teníamos
herramientas y recursos propios para vivir el confinamiento.
Sin darnos cuenta cambiamos un modo de aceleración por otro: fitnes,
zumba, orden de la casa, repostería, acuarelas, ganchillo y mandalas….y ni hablemos de las familias que tienen hijos en edad escolar deambulando muertos de hambre y poca voluntad de sentarse a completar las actividades improvisadas por sus pobres profesores….También a ellos los apuramos para que “hagan cosas” y cumplan con su rutina. Creo que este tiempo a destiempo llamado Covid 19 abre, por su propia espesura, un paréntesis en la vida de todas y todos. Es importante que además de entretenernos con todas las sugerencias se nos ofrece con generosidad y gratuidad, no olvidemos hacerle un lugar también a la quietud, a la respiración, al contacto con emociones como el miedo, la tristeza o la incertidumbre porque más tarde o más temprano, desde sus cuevas oscuras, estas emociones se nos revelan en pesadillas, insomnio, hipocondría u otros fenómenos somáticos. El ritmo es otro, se desaceleró la vida, y entonces lo que toca es parar. Abrirnos a la experiencia de esta novedad y si podemos, mirar a nuestro alrededor; despejarnos como nos guste y sin apuro ni presiones. Te propongo, si te apetece, que hagas cada día una PAUSA; que te conectes con el silencio que te rodea, con la compasión y la vulnerabilidad compartida en este tiempo incierto, con tus emociones -todas ellas- dándoles espacio y voz, y sobretodo, con tu potencial humano dispuesto a resistir y superar con sentido común y flexibilidad esta crisis.
Qué importante dedicar parte de este tiempo de confinamiento a hacer una pausa y a mirar hacia dentro. Me encanta!!!!
Qué importante dedicar parte de este tiempo de confinamiento a hacer una pausa y a mirar hacia dentro. Me encanta!!!!